Según esta teoría, las montañas de Tepoztlán y su valle sagrado, resguardan pistas sobre el futuro de la humanidad.
Los cerros escarpados de Tepoztlán y su aura mística no solo atraen a viajeros en busca de contacto con la naturaleza; también son objeto de distintas especulaciones y leyendas que forman parte de los vastos relatos que convergen en este lugar.
Catástrofes apocalípticas, profecías, civilizaciones antiguas y tesoros escondidos son algunas de las historias de las que los cerros de Tepoztlán son protagonistas. Hoy queremos contarte la teoría del investigador esotérico peruano Daniel Ruzo de los Heros, que reúne todos estos misteriosos ingredientes para fascinar a las mentes más inquietas en su obra del Valle sagrado de Tepoztlán.
Los Templos Atlantes de México
Daniel Ruzo afirma que las montañas que rodean a Tepoztlán no son producto de la naturaleza, la erosión y el tiempo, sino vestigios de templos tallados después del Diluvio por una antigua civilización.
Los supuestos autores de este legado escultórico son los masma, una cultura formada por exiliados de la Atlántida, quienes también dejaron huellas similares en Marcahuasi, Perú, además de lugares tan diversos y distantes como Tiahuanaco en Bolivia, los Cárpatos en Rumania, Río de Janeiro en Brasil y Stonehenge, en Inglaterra.
Los nombres de las montañas esconden pistas sobre el significado de las esculturas, la identidad de los principales personajes de la leyenda y un secreto sobrecogedor acerca del futuro de la humanidad.
Claves para resolver el misterio
Según esta teoría, el Tlacatepetl (Cerro del hombre), es en realidad una efigie que representa a Tepoztécatl, el héroe legendario fundador de Tepoztlán. Si se mira con atención, el cerro tiene la forma de un hombre de hombros imponentes y rostro adusto, cubierto por un manto intrincado donde se aprecian otros rostros de forma humana.
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Pero es en las cuencas de los ojos donde el refinado trabajo de los escultores masma esconde el mayor misterio: debido al efecto de las sombras provocadas por la variación de la luz solar a lo largo del día y en distintas estaciones, los ojos de la supuesta efigie de Tepoztécatl se mueven de izquierda a derecha. Siguiendo su mirada es posible develar el enigma escondido en uno de los cerros vecinos.
¿Hacia dónde mira el Tepozteco?
De acuerdo con la tradición, al interior del Chalchitépetl (Cerro del tesoro o de las joyas) se pueden encontrar toda clase de riquezas, accesibles solamente para los afortunados que encuentren el portal que se abre en sus laderas en determinadas fechas.
Éste se ubica justo enfrente de la cordillera principal, específicamente del Tlacatépetl y no por casualidad. Su cima abombada revela la cabeza derruida de un gigante cuyos poderosos brazos aprisionan a Can Cerbero, el temible perro de tres cabezas que resguarda el inframundo, de acuerdo con la mitología griega. Pero, a diferencia de la creencia popular, el tesoro que esconde el Chalchitépetl no tiene que ver con joyas ni oro, sino con algo mucho más importante: la supervivencia misma de “la sangre humana”.
Las Cavernas de la salvación
Se dice que hace 9.000 años, un catastrófico diluvio cubrió la tierra y por poco acaba con la humanidad. Solo los masma lograron sobrevivir refugiándose en cuevas repartidas en diversos puntos del planeta; entre ellos, las montañas de Tepoztlán.
Una vez pasada la inundación, se encargaron de dejar pistas en forma de esculturas para advertir a las siguientes generaciones del riesgo inminente en el que se encontraban, además de ofrecer una alternativa para su supervivencia. La buena noticia, para aquellos cautivos de esta teoría, es que estos cataclismos pueden ser predecidos matemáticamente mediante el estudio de calendarios de antiguas civilizaciones. Según los cálculos de Ruzo, la siguiente catástrofe llegará hasta 2137.
El autor recuerda que, cuando eso suceda, Tepoztlán, y las montañas que abrazan su valle sagrado, será uno de esos lugares privilegiados en donde la humanidad podrá salvarse, pues en el Chalchitépetl y los cerros aledaños se ocultan las cavernas que servirán para salvar a la humanidad.
Poco importa si la teoría de Ruzo sobre estos cerros te parece factible o una simple ficción. Lo que es un hecho es que Tepoztlán tiene un magnetismo difícil de explicar; convoca imaginarios diversos y los hace convivir en un mismo espacio. Por eso, las formas de narrarnos este lugar son inagotables, tal como los caminos y laberintos que resguarda el cerro. Y sin duda es bello cuando un sitio, como lo hace Tepoztlan, te permite experimentar el infinito.