Dr Atl y Tepoztlán: un romance geológico

Se dice que Dr Atl llegó un día de 1955 a Tepoztlán. Venía a comer a la casa de su amigo, el poeta Carlos Pellicer, y era la primera vez que visitaba el lugar. Cuando terminaron de comer y el anfitrión insinuó el regreso, el paisajista advirtió que no se iría. Y lo cumplió. Al parecer, cerca de dos años estuvo Dr Atl aquí, en Tepoztlán, encandilado por las montañas del lugar. 

– “¿Regresarnos?”- preguntó Atl extrañado, y añadió “Estás loco, te regresas tú con mi chofer. Este lugar es prodigioso. Yo aquí me quedo”.

“Fue así como comenzó a quedarse y supongo que de ahí nació su amor que plasmó en las pinturas que realizó de nuestro pueblo” dice Don Inocencio Rodríguez Flores, en su testimonio para el libro Tepoztlán, voces de un pueblo suriano (2020).

Considerando su entrañable gusto por los volcanes y cuerpos montañosos, el encantamiento de Dr Atl con Tepoztlán era algo inevitable. El embrujo de la orografía tepozteca y el genio del artista que vio nacer un volcán, se entendieron bien. Incluso, Atl contempló a Tepoztlán como posible sede de su proyectada ciudad para artistas, científicos y pensadores, Olinka; en esta misión, Pellicer trató de ayudarle a gestionar unos terrenos para la gran comuna creativa.

Entre 1955 y 1958 anduvo por las montañas y los valles tepoztecos; también, aprovechó para retratar desde los alrededores a dos de sus más grandes amores, la Iztaccíhuatl y el Popocatépetl. El paso de Gerardo Murillo por tierras tepoztecas dejó, extrañamente, pocas obras del paisaje –además de una pequeña calle con su nombre en el pueblo de Amatlán y de la genial anécdota de cómo se instaló abruptamente el pintor, cuando vio el lugar por primera vez.

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Se antojarían más documentos anímicos que evocan un “aliento cósmico”, en términos de Pellicer, de Dr Atl sobre Tepoztlán, y los seguiremos buscando. Por ahora baste con imaginar las sesiones contemplativas del inquieto artista e inventor frente a los paisajes del lugar, y aventurar, por qué no, un amor geológico entre dos seres indómitos en esencia.