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27 / 04 / 2023
Territorio

Las chicharras y su canto 

El sonido de las chicharras es protagonista del paisaje sonoro de Tepoztlán durante los meses más secos del año.

Se le denomina científicamente Cicada omí –que emite un “zumbido posado sobre el fresno”. Es un insecto de la familia Cicadae, característico del valle de Tepoztlán y otros lugares con climas templados, que tiran a cálidos. Tan solo en México se tienen registradas más de cien especies, y en el caso del territorio tepozteco las chicharras son parte de la gran biodiversidad que guarda este lugar. 

Las chicharras, también llamadas cigarras o cicadas, llegan a medir hasta siete centímetros de largo, y presumen una rica variedad de tonos cromáticos, que abarcan desde el de la tierra profunda hasta el de las hojas tornasol del reino vegetal. También, tiene algo parecido a un pico largo que usa para absorber la savia de las plantas y así alimentarse. Su ciclo de vida consta de tres fases y dura más o menos 17 años –si no intervenimos los depredadores. Nacen en huevos, de los cuales brotan ninfas subterráneas y así existen hasta que salen de la tierra, donde mudan y durante unas semanas se abocan a cantar y a ser cortejadas, a reproducirse y morir. 

El hipnótico sonido de las chicharras

El sonido que las caracteriza es el cortejo de los machos. Tienen unas membranas a ambos lados de su abdomen, llamadas timbales, tiran de ellas hacia el interior de su vientre, y ahí unas bolsas de aire amplifican su sonido, que se puede oír a un kilómetro a la redonda. 

La chicharra canta cuando el sol está en lo alto y las temperaturas suben, ahí pareciera que narra su vida. Y como si fuera llanto tal cual, se dice que el eco de su zumbido “atrae” las lluvias. Y así, pareciera que cantan, casi hasta explotar, invocando las ansiadas aguas.

Se tiene registro de ellas y su metáfora desde el principio de los tiempos. Aristoteles era aficionado, las describió hace casi 2200 años en su Historia Animalium, así como Homero las mencionó en La Iliada. Su nombre en griego «ποιητήςx » significa, en sentido figurado, cantor o poeta; mientras que en latín «cicāla» es sinónimo de fuente de calor. En oriente una cigarra de jade era colocada en la boca del difunto para así representar la naturaleza pasajera de todas las cosas y la prosperidad que nace del fluir. En el Taoismo la cigarra es la representación del alma en ese momento exacto en que se desune del cuerpo en la muerte.

En lo que respecta a culturas latinas, en Perú se cree que son venenosas, en El Salvador y Guatemala se les liga a la crucifixión de Jesucristo, y en Argentina se les llama cocuyo, y sus campesinos aseguran conocer la calidad y cantidad de la cosecha de la algarroba gracias a su canto. En Paraguay, las ponen dentro de sus guitarras y violines, para que sus instrumentos tengan más sonoridad inspirados por una leyenda sobre una niña a quien Ka’aguy-póra, un espíritu del mal, transformó en chicharra. En México, el nombre en náhuatl es xiquilin ó chiquilichtli, y entre otras incontables apariciones en las culturas populares del país, Raymundo Perez y Soto compuso la canción “La Cigarra”, que recientemente formó parte del repertorio de Lila Downs y que advierte: “Quiero morir cantando, como muere la cigarra”.

La cigarra y su viva simbología

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Sus simbolismos son interculturales y giran en torno a la suerte, a la resurrección que nace de la transformación, a la paciencia que se necesita para llevarla a cabo, y a la realización espiritual que deviene de ella y de saberse parte elemental del proceso que llamamos vida. Encarna al cambio siempre presente, transmutándonos y todo lo que nos rodea, y así como la carta de el Colgado en el Tarot, su meditación es premiada con la autorrealización. 

La cigarra también personaliza al amor, en su demostración mas pura, es amor propio, amor a la función de uno -en relación al todo que es uno-, a los ciclos propios, a un estar, casi imperturbable, en uno mismo. Tal vez por eso suelen producir un sentimiento de nostalgia, y a veces logran desquiciar a quien las escucha. He sabido de gente que no soporta su sonido al punto de huir de un espacio, y me acuerdo que cuando me mudé a Amatlán de Quetzalcóatl, dónde su canto tiene un eco mayor gracias a lo cerrado de su valle, me senté a platicar con una abuela del pueblo y me contó que el canto de las cigarras suele hipnotizar a las mujeres, invitándolas a ser musas, dedicadas a las alabanzas de la vida y sus ecos en nosotros los humanos, nuestros sentidos y sentires, y que esa era tal vez la razón por la que tantas parejas se separaban al mudarse a ese valle. 

Algo de cierto deber de haber en ello ya que en la mitología griega hay rastro de que las cigarras fueron seres humanos que se dejaron encantar por las musas, bailaron y cantaron sin parar hasta el punto de olvidarse de comer y beber, de ser humanos básicamente. Ellas agradecidas por el sagrado oficio, los premiaron con el don de no necesitar de sueño o alimento, con un canto que nace desde lo más profundo de su ser y penetra todo lo que los rodea, un zumbido que se emite desde el momento en que surgen de las entrañas de la tierra hasta el momento que regresan a ella. En este mito se dice que la tarea de las cigarras es informarles a las musas sobre quién, entre los humanos, las honra. 

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También, existe una fábula sobre un hermoso joven de nombre Titono quién fue secuestrado por Eos, la diosa de la Aurora. La diosa queriendo poseerlo en la eternidad, le pidió a Zeus su inmortalidad, pero no supo pedir de la mano la eterna juventud de su amado. Él fue envejeciendo y ella se cansó de cuidarlo y lo fue abandonando, así como el deseo del joven de vivir y cantar. Ahí los dioses se apiadaron de él y permitieron que Eos lo convirtiera en una cigarra, eterna amiga de Apolo quién la consagró, los poetas y las musas. Desde, cada mañana cuando despierta Eos y llora, produce el rocío con sus lágrimas y Titono se alimenta de ellas. Narra la creencia que cuando le preguntan qué desea, responde: “Mori, mori, mori”.

Y entonces me pregunto si la función de las chicharras no será la de confrontarnos ciclo tras ciclo: ¿el canto que emites proviene realmente de tus entrañas? Por qué sólo así sé es capaz de conjurar algo, por ejemplo las lluvias. 

No sé, pero así me gusta percibirlas. Y pienso que tal vez por eso, por su presencia sonora, escogí este valle como hogar hace 15 años. 

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Mitsy Ferrant
Mitsy Ferrant
Madre, jardinera & des-aprendiz.
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